La acomodadora ha visto la película tantísimas veces, que ya no le hace caso. Está perdida en sus pensamientos: "un día flojo en el cine, las tardes de los días entresemana siempre son así de raras y lentas aquí dentro, qué tiempo hará fuera?, siempre salgo de noche de trabajar, estos tacones me están matando..." En un refugio que ella cree intemporal, su belleza, su juventud van viendo pasar los días mientras sus sueños van diluyéndose en el celuloide...
Es un cuadro con historia, como una película o un relato. Ella podría llamarse Nancy, o Peggy, y comparte apartamento con una amiga telefonista, pero su trabajo de acomodadora se lo pone difícil a la hora de divertirse el fin de semana. Lo que sí está claro es que está soltera y, desde luego, que los zapatos la están matando. Y tiene que llamar a su madre, hace semanas que no la llama. Y ese tipo que ha conocido, Raymond, no parece demasiado interesado en llamarla. Es la última vez que se acuesta con un tipo a las pocas horas de haberlo conocido. No quiere ser una chica fácil.
Susan o Vanessa, Samantha o Rebecca suspira al compás de los fundidos en negro de la película. Le duelen los pies y la cabeza. Dentro de poco se repitrá aquella escena en la que Rodolfo Valentino besa a la chica. Entonces Susan o Vanessa, Samantha o Rebecca pensará en Peter o Mark, en Lenny o George...y pensará que tal vez no merezca la pena seguir adelante. O que tal vez sí, porque el amor real nunca es tan hermoso como el de las películas.
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La acomodadora ha visto la película tantísimas veces, que ya no le hace caso. Está perdida en sus pensamientos: "un día flojo en el cine, las tardes de los días entresemana siempre son así de raras y lentas aquí dentro, qué tiempo hará fuera?, siempre salgo de noche de trabajar, estos tacones me están matando..." En un refugio que ella cree intemporal, su belleza, su juventud van viendo pasar los días mientras sus sueños van diluyéndose en el celuloide...
Es un cuadro con historia, como una película o un relato. Ella podría llamarse Nancy, o Peggy, y comparte apartamento con una amiga telefonista, pero su trabajo de acomodadora se lo pone difícil a la hora de divertirse el fin de semana. Lo que sí está claro es que está soltera y, desde luego, que los zapatos la están matando. Y tiene que llamar a su madre, hace semanas que no la llama. Y ese tipo que ha conocido, Raymond, no parece demasiado interesado en llamarla. Es la última vez que se acuesta con un tipo a las pocas horas de haberlo conocido. No quiere ser una chica fácil.
Susan o Vanessa, Samantha o Rebecca suspira al compás de los fundidos en negro de la película. Le duelen los pies y la cabeza. Dentro de poco se repitrá aquella escena en la que Rodolfo Valentino besa a la chica. Entonces Susan o Vanessa, Samantha o Rebecca pensará en Peter o Mark, en Lenny o George...y pensará que tal vez no merezca la pena seguir adelante. O que tal vez sí, porque el amor real nunca es tan hermoso como el de las películas.
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